Cambié la pila de mi reloj de pulsera, que se había parado. Pero seguía sin funcionar; lo llevaría en la tarde a la relojería. Estaba viendo el telediario, cuando observé que el reloj del televisor tampoco funcionaba. Me quede helado. Al mismo tiempo el presentador estaba dando el nombre del fallecido. Era mi nombre.
Pues vaya faena! tener que enterarse por la tele que estás muerto. :)
ResponderEliminarHa sido helador, yo hubiera gritado incluso muerta. Un beso Alberto.
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